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... ¡nos vemos! ...


escritura y muerte


febrero de 1600:
Giordano Bruno va a morir en las hogueras de la Inquisición romana.

Poco antes escribe:


Decid, ¿cuál es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis, ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemádme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
Levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?...Porque las luces busqué de la verdad,
No en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
Con dogmas y con mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración;
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué
ha de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la razón por la fé.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo
todo lo grande , y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir...
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea,
es intangible, eterna, divina, inmaterial...
Que no es ella el Dios y la religión vuestra
Sino la que forma con sus cambios, la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario
la que convierte al hombre, de polvo, en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz, la de Tabor.
Más sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
Los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fe, sois falsos llamando a Dios, ateos
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!...
¿Cuál es vuestra doctrina? tejido de patrañas,
vuestra ortodoxia, embuste;
vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña.
Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles
Tenéis la bacanales, su pérfida maldad;
como ellos sois farsantes, hipócritas y viles
Queréis, como quisieron, matar a la verdad.

Más...¡Vano vuestro empeño!...
Si en esto vence alguno; soy yo porque la historia dirá en lo porvenir:
"Respeto a los que mueren como muriera Bruno"
Y en cambio vuestros nombres...¿Quién los podrá decir?
¡Ah!...Prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte;
morir como yo muero...no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma ¡Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
Decidle que a la muerte me entrego como un sueño,
porque es la muerte un sueño, que nos conduce a Dios...
Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios-Idea, que en mil evoluciones
da a la materia forma, y vida a la creación.
No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
Al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar,
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio,
de la verdad que sepa, no me haréis apostatar.
¡Más basta!...¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?...¿Teméis al porvenir?
¡Ah!...Tembláis...Es porque os falta la fe que a mi me sobra...
Miradme...Yo no tiemblo...
¡Y soy quien va a morir!...

una idea de espacio


Rossiter trabajaba en el departamento municipal de seguros, y tenía fácil acceso a las estadísticas del censo. Durante los últimos diez años estas estadísticas habían sido clasificadas como secretas, en parte porque se consideraban inexactas, pero sobre todo porque se temía que provocaran un ataque masivo de claustrofobia. Ya habían sobrevenido algunas crisis de pánico, y la política oficial era ahora declarar que la población mundial había llegado a un nivel estable de veinte mil millones. Nadie lo creía, y Ward pensaba que el crecimiento anual del tres por ciento seguía manteniéndose desde 1960.
Durante cuánto tiempo se mantendría así era imposible decirlo. A pesar de las sombrías profecías de los neomaltusianos, la agricultura había crecido adecuadamente junto con la población mundial, aunque los cultivos intensivos habían obligado a que el noventa y cinco por ciento de la población viviera permanentemente encerrada en vastas zonas urbanas. El área de las ciudades había sido limitada al fin, pues la agricultura había reclamado las superficies suburbanas de todo el mundo, y el exceso de habitantes había sido confinado en los ghettos urbanos. El campo como tal ya no existía. En cada metro cuadrado de tierra crecía algún tipo de planta comestible. Los prados y praderas del mundo eran ahora terrenos industriales tan mecanizados y cerrados al público como cualquier área de fábricas.


J.G.BALLARD (BILENIO)

dos experiencias del tiempo


Unos detalles evidentes y aparentemente insignificantes: desde el desvanecimiento de la política de emancipación ha cundido la periodización en décadas. Recuerdo la muerte de Kennedy o el Cordobazo, recuerdo Vietnam o París en Mayo, recuerdo la revolución cubana y el golpe de Pinochet; recuerdo Trelew y Monte chingolo, pero no logro recordar décadas. En los '60 o '70 no había décadas sino acontecimentos que periodizaban. La huelga actual de acontecimientos otorga privilegios periodizantes al sistema métrico decimal. Desde los '80, la primera década efectiva, las décadas se han vuelto el principio retroactivo de institución del recuerdo social. Nuestra situación supone una temporalidad homogénea e integral, coloreada amablemente por músicas y cosméticas.

ignacio lewkowicz, 1997
más textos: acá

LICHTENBERG



*Hay gente que cree que todo lo que se hace con cara seria es razonable.


*Algo que se moviera de un extremo a otro de un grano de arena
con la velocidad del relámpago o de la luz
nos daría la impresión de estar en reposo.


*El hombre ama la compañia, así sea la de una vela encendida.


*Como todas las cosas corrosivas,
el chiste y el humor deben emplearse con cuidado.


*Es evidente que no puedo decir que nos irá mejor con un cambio,
pero sí que para mejorar debe haber un cambio.



a partir de conrad (última parte)

Pero la selva no es una amenaza en sí. Existen hombres que habitan en ella. Sólo es amenazante para quien no experimenta ninguna familiaridad con ella. Sólo es amenazante con el extranjero, con un cierto tipo de extranjero Esa amenaza devuelve a éste a unas dimensiones que siglos de urbanidad habían ocultado:

Todo aquello era grandioso, esperanzador, mudo, mientras aquel hombre charlaba banalmente sobre sí mismo. Me pregunté si la quietud del rostro de aquella inmensidad que nos contemplaba a ambos significaba un buen presagio o una amenaza. ¿Qué éramos nosotros, extraviados en aquel lugar? ¿Podíamos dominar aquella cosa muda, o sería ella la que nos manejaría a nosotros? Percibí cuán grande, cuán inmensamente grande era aquella cosa que no podía hablar, y que tal vez también fuera sorda"

La urbanidad, habitar en una ciudad, quiere decir encontrarse entramado en una infinidad de lazos sociales que proveen de consistencia a la cotidianeidad. Por decirlo de algún modo, la ciudad es una sociabilidad densa, múltiple. Parafraseando a Nietzsche, cuando dice que un pez nunca conocerá el agua en tanto su relación inmediata con la misma constituye la imposibilidad de la distancia necesaria para el acto cognitivo, pareciera que la experiencia selvática da a Conrad (a sus personajes) una nueva percepción de lo urbano cuando, en OOP, reflexiona sobre la situación de Kayerts y Carlier:

"Eran dos individuos perfectamente insignificantes e ineptos, de esos cuya existencia se hace posible en la fuerte organización de las muchedumbres civilizadas. (…) Valor, serenidad, confianza; emociones y principios: todo pensamiento, grande o insignificante, pertenece no al hombre sino a la muchedumbre, a la muchedumbre que cree ciegamente en la fuerza irresistible de sus instituciones y de su moral, en el valor de su policía y de su opinión".


La muchedumbre, otro nombre para la vida en sociedad, funciona como un Otro que nos recuerda quiénes somos, es la fuerza misma de la costumbre. Para Marlow, en ECT, esa experiencia de sociabilidad es, a la vez, un velo y una tutela: impide ver lo que la soledad de un hombre es capaz de hacer sobre él:

"Nunca lo entenderéis. ¿Cómo podrías entenderlo, teniendo como tenéis los pies sobre un pavimento sólido, rodeados de vecinos amables siempre dispuestos a agasajaros y auxiliaros, caminando delicadamente entre el carnicero y la policía, viviendo bajo el santo terror del escándalo, la horca y los manicomios?"

La enumeración no es arbitraria: en ella se encuentra la solidaridad, el alimento, la mediación, el ridículo, el castigo y el encierro. Conrad nos pone una pregunta que pareciera refutar las tesis de Rousseau sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (el hombre es bueno por naturaleza y éste, en soledad, carece de las presiones sociales que lo compelen al daño mutuo). Es decir, responde a Rousseau con una tesis hobbesiana. La posición de víctima del hombre moderno respecto a esta nueva realidad -la selva- queda clara cuando Marlow dedica la siguiente reflexión al devenir de Kurtz:

"La selva había logrado poseerlo pronto y se había vengado en él de la fantástica invasión de la que había sido objeto".

Es decir: el sujeto de la invasión se convierte en objeto de venganza por parte de ese nuevo sujeto llamado selva. Pero ¿no es posible, siguiendo la línea de pensamiento que he planteado, considerar que la lógica propia de la vida moderna es parte fundamental en la definición de la subjetividad de Kurzt en la selva? No se trataría de una vida premoderna, de un retroceso, sino más bien de la vida selvática en condiciones modernas.

Dicha combinación de selva y aflojamiento de los lazos sociales produce un experiencia que, progresivamente, irá adquiriendo características irreales, teatrales, pesadillezcas. Para cualquiera que haya viajado, en el sentido de haber abandonado la familiaridad, la intimidad, la experiencia de Marlow, la perplejidad, la inconsistencia de uno mismo y del mundo, es comprensible. Sólo que en el marino, dicha perplejidad se haya suplementada por una palabra que intenta nominar una sensación, y que irá adquiriendo su significado lentamente, casi al ritmo en que el mismo Marlow se interna en África. Una palabra en inglés, sí, es decir, familiar, pero que la experiencia africana modificará para siempre, que abrirá a un significado tan radical que todo lo demás parecerá irrisorio: horror.

"No se podía decir inhumano. Era algo peor, sabéis, esa sospecha de que no fueran inhumanos. La idea surgía lentamente en uno. (…) lo que en verdad producía estremecimiento era la idea de su humanidad, igual que la de uno, la idea del remoto parentesco con aquellos seres salvajes, apasionados y tumultuosos. Feo ¿no? Sí, era algo bastante feo".

África, para Occidente, se constituye así como una humanidad casi inhumana:

"El mismo recuerdo que guardo de aquella época me rodea, impalpable, como una vibración agonizante de un vocerío inmenso, enloquecido, sórdido, salvaje, o sencillamente despreciable, sin ningún sentido".

El hombre que ha sido dejado en soledad no es el hombre rousseauniano, libre de marcas históricas, fuera del tiempo, virgen del odio. Es un hombre occidental moderno. Kurzt es, sencillamente, el nombre de lo que un hombre occidental moderno es, también, capaz de hacer. Lo civilizatorio y lo salvaje se funden en un proceso extraño en el que la experiencia se reconvierte. Uno y otro ya no son lo mismo, ni la experiencia que resulta de su encuentro es una simple sumatoria de las partes precedentes. Es por ello que no puede hablarse, en "El corazón de las tinieblas" ni en "Una avanzada del progreso", de un polo europeo civilizatorio corrompido y de un polo salvaje corruptor: tanto en una obra como en otra asistimos a la progresiva desaparición de dicha frontera, a la emergencia de la ambivalencia irreductible propia del proceso colonialista: los civilizados muestran su rostro cruel y las víctimas se revelan muchas veces también sujetos activos del proceso: los negreros del interior, encargados de capturar y transportar a los futuros esclavos a las costas; los príncipes y reyes locales que consienten y fomentan la trata y la explotación indiscriminada de los recursos, los africanos que hacen las veces de puntos de contacto entre aldeas, provincias y administración colonial -el caso de Makola en OOP-, los esclavos que a su vez compran esclavos (aunque esto no siempre significara un deseo de venganza en el otro, sino a veces un modo de protegerlo). El colonialismo parece no poder pensarse como un antagonismo perfecto entre blancos y negros. Es un fenómeno transversal, de múltiples modulaciones. Pensarlo no opacaría en absoluto el desastre producido en África durante 500 años, sino que le devolvería a éste su densidad histórica y, por ello, su complejidad política.


a partir de conrad (3º parte)


. Humanidades ambivalentes

Durante el relato que concierne al viaje a lo largo de la costa atlántica africana hasta la boca del río, Marlow señala por lo menos tres cuestiones centrales en la percepción que tiene de lo que va sucediendo. Podríamos decir que esas cuestiones se convierten en marcas, en rasgos característicos.

A modo de confirmación a lo que ha querido, y no ha podido, decir directamente a su tía (¿tal vez para no arruinar su sueño civilizatorio, lo primero que nota (o hace notar) es la composición profesional de los embarcados: soldados y aduaneros. No hay maestros, ni funcionarios, ni siquiera misioneros. Así, en ese viaje se condensan tres de las figuras más importantes del proceso colonial: los agentes para la extracción de las riquezas, los agentes que garantizan dicha extracción y los agentes encargados de distribuir a los otros dos agentes en el territorio. Impuestos, armas, transportes.

En ese mismo viaje, algo atrapa la atención de Marlow: la costa. La visión de la costa. Monótona:
"Como si no nos hubiésemos movido (…)".

Sólo dos lugares cortan la monotonía: Grand Bassam y Little Popo. Estos lugares tienen un extrañísimo privilegio en el conjunto de la obra: constituyen las únicas dos poblaciones africanas de los cuales se da su nombre. Una vez que el barco ha ido más allá de Little Popo ya nada tiene nombre, ya nada es localizable. Un territorio sin nombres es un territorio virgen. Un espacio continuo y, en cierto sentido, indiferenciado. Un territorio sin fronteras políticas, infinito en su despliegue. Para dicha indiferencia, sólo queda un elemento, el único en condiciones de nombrar lo infinito en la Tierra: el natural. En ese preciso momento hace irrupción uno de los elementos fundamentales en la obra y que puede ser pensado como una de las variables claves en la configuración de la percepción europea sobre África: la selva. La selva, aquí, es mucho más que un entorno, un ambiente, un ecosistema. No puede pensarse la selva de Conrad, la selva africana, como el fondo sobre el cual advendría la historia. En absoluto. La selva constituye una suerte de sujeto autónomo. Una presencia fundamental, configurante. La selva es pura forma. Una forma que no tiene fondo, o mejor, infinita. Una forma definitiva e indefinidamente peligrosa. La forma misma de la amenaza. Tal vez en ese sentido pueda leerse el primer encuentro importante de Marlow con la selva -en verdad, unos matorrales que la anuncian-: el barco que lo transporta desde Europa a la sede de la compañía cruza un barco de guerra francés:

"No había ni siquiera una cabaña y sin embargo disparaba contra los matorrales. Según parece los franceses libraban allí una de sus guerras".

En esa imagen aparece condensada de modo muy significativo, y metafórico, el lugar que la selva ocupa en el imaginario occidental, especialmente el industrial. Para una sociedad que ha basado su poderío en el dominio y destrucción sistemática de los ecosistemas y los recursos, pocas cosas son más amenazantes que aquella vastedad natural. Tal vez porque, habituado como está a posar su pie victorioso sobre la cabeza de la Naturaleza derrotada, la selva devuelve al hombre moderno a un tiempo en que las cosas no eran así:

"Remontar aquél río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes".

continuará...

a partir de conrad (2º parte)


. Del mito al mito

Geográficamente, la novela está configurada por dos lugares: las metrópolis europeas (o más precisamente, en fidelidad al texto, Gravesend -sobre el estuario del Támesis, "con la ciudad más grande y poderosa del universo a lo lejos","una ciudad que siempre me ha hecho pensar en un sepulcro blanqueado") y las tierras coloniales.

Se pueden señalar dos temporalidades: una temporalidad de la enunciación -el barco a la espera de que cambie el flujo de la marea en el estuario del Tamésis- y una triple temporalidad de los enunciados -la vida metropolitana previa al viaje, la estadía en tierras africanas y el regreso a la metróplis-.

La obra comienza con un momento de espera, con aquello que podríamos llamar un tiempo muerto. Sin embargo, en ese tiempo muerto, alguien piensa. O recuerda. O, mejor, en esa tensión entre los pensamientos y los recuerdos, habla. Es Marlow, un marino que ya ha estado en África. El cuerpo que sostiene esa palabra lentamente va desapareciendo. Anochece y las sombras ganan espacio. Al final, ya no hay cuerpo perceptible, sólo una voz:

"Estaba pensando en épocas remotas, cuando llegaron por primera vez los romanos a estos lugares, hace diecinueve siglos… el otro día… La luz iluminó este río a partir de entonces".

Un hombre a punto de emprender un viaje en altamar, un hombre inglés del siglo XIX, el experimentado marino Marlow, recuerda el momento en que los Romanos llegaron a las Islas Británicas. Entiende ese momento como el acontecimiento a partir del cual la oscuridad se disuelve. La civilización, la luz, ha llegado. Pareciera que Marlow encuentra en el expansionismo de Roma un punto de contacto, una cierto aire de familia. No sabemos si ha recordado el arribo de los romanos primero, o si en lugar de eso ha venido a su memoria la propia experiencia en tierras africanas y de ellas ha derivado esta imagen hipótetica sobre el primer pie romano en Britania. Sin embargo, una vez leído el relato de la vida de Marlow en África, esta primera figura retórica adquiere definitivamente el estatuto de un vínculo histórico entre Roma y la avanzada occidental sobre África, especialmente aquella con el objetivo de penetrar en los territorios africanos y que puede fecharse hacia finales del siglo XVIII; éstos -los occidentales colonizadores contemporáneos de Marlow- del mismo modo que aquéllos -los romanos- entran en relación con:

"Un país cubierto de pantanos, marchas a través de los bosques, en algún lugar del interior la sensación de que el salvajismo, el salvajismo extremo, lo rodea… toda esa vida misteriosa y primitiva que se agita en el bosque, en las selvas, en el corazón del hombre salvaje. No hay iniciación para tales misterios. Ha de vivir en medio de lo incomprensible, que también es detestable. Y hay en todo ello una fascinación que comienza a trabajar en él. La fascinación de lo abominable. Podéis imaginar el peso creciente, el deseo de escapar, la impotente repugnancia, el odio".

Todas esas son palabras que circulan en el relato de su propia experiencia en África. Pero la emulación tiene un límite: según Marlow algo diferencia a los primeros de los segundos: la idea. Roma es, para él, la fuerza bruta, la pura conquista, el poder de saquear:

"Aquello era robo con violencia.(…) Lo que a nosotros nos salva es la eficiencia… El culto por la eficiencia(…) Lo único que redime es la idea".

La eficiencia: del latín efficientia, significa la capacidad de disponer de algo o de alguien para lograr un efecto. No es la capacidad de lograr el efecto, eso es la eficacia (del latín, efficacia). Esta distinción es altamente significativa: el culto del occidental moderno es a la disposición, al control sobre las personas y las cosas. La eficacia, si bien fundamental, no es el objetivo primordial. Un dominio eficiente puede no ser un dominio eficaz, puede disponer sin lograr efectos. Eso parece ser lo que Marlow comprende: un romano, un conquistador nato, alguien que tiende al botín, es algo muy diferente de un inglés, un colonizador, es decir, el administrador de la idea de disponer de los otros y de las cosas.

En esa idea civilizatoria consistiría el diferencial entre Roma y el Occidente moderno: para Marlow la conquista es una colonización sin idea. Probablemente, esta idea de Roma como pura rapiña sea cuanto menos discutible históricamente;. sin embargo, insisto, el objetivo del este escrito no es falsear las hipótesis y representaciones que conforman la obra, sino más bien utilizarlas como herramientas para trazar la imagen de sí y del otro que en ella conviven. Así, continuando, en y para Marlon, la idea justifica, absuelve, y en definitiva, decide por uno. La idea es algo:

"(…) ante lo que uno puede postrarse y ofrecerse en sacrificio… ".

Existe aún otra referencia importante a Roma: el momento en que Marlow firma su contrato con la compañía, en "la ciudad sepulcral".

Allí pareciera existir otro vínculo con el antiguo Imperio. Un vínculo que recuerda un párrafo de los comienzos del Dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Escribe Marx:

"(…) por muy poco heroica que la sociedad burguesa sea, para traerla al mundo habían sido necesarios, sin embargo, el heroísmo, la abnegación, el terror, la guerra civil y la batalla de los pueblos. Y sus gladiadores encontraron en las tradiciones clásicamente severas de la República romana de los ideales y las formas artísticas, las ilusiones para ocultarse a sí mismos el contenido burguesamente limitado de sus luchas y mantener la pasión a la altura de la gran tragedia histórica".

Marlow acaba de firmar el contrato. Y vuelve a ver, pues ya lo había hecho al ingreso, a dos mujeres, dos secretarías, tejiendo con lana negra. Estas mujeres, impávidas, presencian el ir y venir de los firmantes:

"(…) guardando las puertas de la Oscuridad".

Y de un modo absolutamente sorpresivo para el lector, pues nada parece indicar la pertinencia de la expresión, Marlow al recordarlas durante el relato sobre el barco en el Támesis, les dedica en su imaginación el siguiente saludo:

"Ave, viejas hilanderas de lana negra. Morituri te salutant".

El saludo de los gladiadores al César, solemne como solamente el saludo antes de morir -el último- puede serlo, se convierte aquí en una suerte sarcasmo hacia la historia. El colonizador ya no se despide de la máxima autoridad del Imperio, sino de un par de grises secretarías. Hay algo insoportablemente banal en esa escena. Algo que recuerda, precisamente, la ausencia de heroísmo de la que habla Marx. Conrad logra con esa imagen componer un cuadro en el que la tensión entre la magnificencia de las ideas y la materialidad de los dispositivos coloniales queda trazada impecablemente.

Estas dos imágenes, como se puede ver, nos presentan dos modos diversos de relación con la experiencia imperial occidental antigua por definición: en la primer imagen, la violencia versus la eficiencia; en la segunda, el héroe conquistador versus el empleado de una compañía comercial.

Marlow experimenta esta tensión entre lo gris de su misión y los discursos que la glorifican:

"(…) yo era considerado como uno de tantos trabajadores, pero con mayúscula. Algo así como un emisario de luz, como un individuo apenas ligeramente inferior a un apóstol".

Experimenta la idealización que sobre ella han hecho los europeos. Para los ojos de sus contemporáneos no implicados directamente en el proceso colonizador, la gente como Marlow aparece como una especie de héroe humanitario, de pionero en la feliz avanzada del progreso. Las tonterías sobre el tema abundan: su tía, involucrada en el proceso que ha desembocado en su designación como empleado de la Compañía, llega a decirle que su misión consiste en "liberar a millones de ignorantes de su horrible destino". Es demasiado. Marlow se incomoda. ¿Qué lo pone nervioso? La distancia entre ese discurso cargado de optimismo civilizatorio (que parece consistir en una estrategia educativa para los ignorantes) y lo que él trató de insinuar:

"(…) que lo que a la compañía le interesaba era su propio beneficio".

Y lo que, más tarde, ya en Africa, podrá comprobar al encontrarse con la autodenominada Expedición de Exploradores de Eldorado:

"(…) era un grupo temerario pero sin valor, voraz sin audacia, cruel sin osadía. (…) Arrancar tesoros a las entrañas era su deseo, pero aquel deseo no tenía otro propósito moral que el de la acción de unos bandidos que fuerzan una caja fuerte"

En definitiva, saqueadores sin ideas.

a partir de conrad (1º parte)

Una lectura de "El corazón de las tinieblas" y “Una avanzada del progreso” de Joseph Conrad.

por Ezequiel Gatto

"En cierto modo pareció

irradiar una especie de luz sobre todas las cosas

y sobre mis pensamientos.

Fue algo bastante sombrío, digno de compasión…

nada extraordinario sin embargo… ni tampoco muy claro.

No, no muy claro.

Y sin embargo parecía arrojar una especie

de luz".

Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, 1899


He visto horrores que tu has visto.

No tienes derecho a llamarme asesino.

Tienes derecho a matarme.

Tienes derecho a hacer eso.

Pero no tienes ningún derecho a juzgarme.

Es imposible que las palabras describan

lo que necesitan aquellos que no saben

lo que el horror significa.

Marlon Brando (Coronel Kurzt) en Apocalypse Now, 1979


. Umbral, o lo legible

El siglo XX es, entre otras cosas, el siglo de la lingüística. El siglo en que el lenguaje ha sido puesto en cuestión por el lenguaje. Debido a ello, es también el siglo en que la representación ya no puede ser autorreferente ni, tampoco, referir mecánicamente a otra cosa, a algo exterior a ella. Tal como dijo Spinoza alguna vez "el concepto de perro no ladra". Ese parece ser el piso epistemológico sobre el cual damos nuestros pasos. Abordar una obra literaria, entonces, no es una cuestión sencilla. Ella no produce un sentido cerrado, inmanente a la obra y que espera, solamente, ser develado por el lector. Tampoco es un puro efecto sintomático legible, unidireccionalmente, a partir de las condiciones que lo han posible. Siendo que, como alguna vez sentenció Jean-Paul Sartre, "si es cierto que Flaubert escribe como un pequeñoburgués no es cierto que todo pequeñoburgués escriba como Flaubert". Por lo tanto, existe en la obra literaria un elemento excesivo respecto a sus condiciones, un elemento irreductiblemente creativo, en tanto que el lenguaje no sólo nomina experiencias sino que constituye, simultáneamente, la experiencia de nominar.

En este sentido, la posición de lector se vuelve importante a la hora de pensar los dispositivos de lectura e interpretación de una obra literaria. Él, como dijera Barthes, ya no es el punto de llegada de la obra; a su vez, la obra no lo aguarda como quien espera a alguien para revelarle el secreto. El lector pareciera ser una suerte de nuevo punto de partida. No es, ya no más, ya no para la teoría, el lugar de la confluencia sino un lugar de diseminación. La operación hermenéutica ya no se pretende unívoca o universal, sino múltiple y singular.

Lo que sigue a continuación es, básicamente, lo que "El corazón de las tinieblas" y “Una avanzada del progreso” (en adelante, ECT y OOP, respectivamente) de Joseph Conrad me han hecho pensar. En el proceso de lectura he intentado no forzar a la obra a decir aquello que no dice. No porque -estrictamente hablando- diga algo, sino más bien en el sentido que he intentado pensar la obra a partir de la obra misma, como universo que configura una percepción específica y no como puro reflejo de una percepción social que le sería exterior. Sin embargo, compartiendo el pensamiento de Marx, nada es más social que lo individual. Nada individual pudiera existir si no existiera lo social en lo cual puede emerger una figura como el individuo. Por ello, esta lectura de ECT y OOP tiene una pretensión que pudiera aparecer como paradójica, y que tal vez lo sea: tomar la obra como el ejercicio perceptivo de un hombre pero cuyos elementos pueden sernos útiles para pensar las percepciones colectivas, en tanto que en esa tensión entre el carácter social del lenguaje y la unicidad, irrepetibilidad y singularidad de las experiencias individuales es, a mi entender, uno de los puntos centrales de la problemática (de la) subjetividad.

Franco Berardi en Rosario


la universidad experimental y el levante invitan a la siguiente actividad:

seminario-taller
Generaciones post-alfa.
Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo

a cargo del filosósofo y activista italiano Franco Berardi (Bifo)


El tema central alrededor del cual girará esta actividad será las últimas investigaciones realizadas por esta reconocida figura del movimiento obrerista italiano, cuyos resultados forman parte de su reciente publicación “Generación Post-Alfa. Patologías e Imaginarios en semiocapitalismo” (Tinta Limón, Buenos Aires, 2007).

El seminario-taller, en este sentido, intentará abordar el devenir de los movimientos de lucha y autoorganización en las últimas décadas, las nuevas formas de producción de las subjetividades contemporáneas y los modos de funcionamiento y desarrollo del semiocapitalismo.

La modalidad de trabajo consistirá en una exposición inicial a cargo de Franco Berardi, retrabajo de la exposición y elaboración de interrogantes en rondas simultáneas y una fase final con un diálogo colectivo a partir de las preguntas construidas en las rondas.

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Jueves 8 de noviembre
Acreditaciones 18.30hs.
Inicio: 19.00 hs.
en El Levante (Richieri 120) Rosario
Se entregarán certificados.

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Junto a Toni Negri y Paolo Virno, Franco Berardi es una de las figuras más conocidas del movimiento obrerista italiano que tuvo su esplendor a mediados de los años setenta. De ahí su preocupación permanente por las variaciones de las subjetividades productivas y su especial interés por las derivas del trabajo cognitivo. Berardi cursaba Estética en la Universidad de Bologna cuando sobrevino la rebelión estudiantil del 68 y más tarde participó de las revueltas del 77. Allí fundó la revista A traverso y la Radio Alice, clausurada por la policía pero inspiradora de un movimiento de experimentación radical en torno a la comunicación. En este mismo camino, Bifo más adelante animó dos originales emprendimientos políticos: el proyecto Rekombinant (http://www.rekombinant.org/) y el movimiento de construcción de televisoras callejeras en contra del despotismo mediático en Italia (http://www.telestreet.it/) Tres de sus numerosos libros han sido editados en castellano, aunque todos recientemente y en España. La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global (Traficantes de sueños, 2003), Telestreet. Máquina imaginativa no homologada (El Viejo Topo, 2004) y El sabio, el mercader y el guerrero. Del rechazo del trabajo al surgimiento del cognitariado (Acuarela, 2007).

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más información: acá


universidad experimental

producciondesubjetividad@gmail.com
rosario, argentina

contrapuntos


por Ezequiel Gatto

Mis padres (que murieron a causa de la gran Peste, hace ya varios años) me llamaron Pietro, y soy un campesino de alguna parte del norte de Italia. Es invierno. Otro duro invierno. Los días son cortos. ¿El trabajo? Tan ingrato como siempre. Muchas veces me he preguntado como sería vivr sin tener hambre, llegando a imaginar que en vez de un plato de comida había tres para cada uno; que la carne sobraba, se pudría en los graneros. Que cada quién tenía lo que necesitaba. Mis antepasados, cuando era un niño libre de obligaciones penosas, me contaban leyendas de lugares como ése. Lugares que Dios había elegido para que reine la abundancia. Con ríos de agua tibia y árboles frutales. También yo las he relatado para mis hijos. Y para mí, ¿por qué no? Mis herramientas de trabajo, hechas con mis propias manos y el sudor de todo el cuerpo, llevan años repitiendo su labor. Como los señores, saquean, invaden, obligan a que se les dé. ¿Su retribución? Mantenernos de pie, la posibilidad de cuidar de nuestros hijos, amar a las esposas. Y a Dios, por supuesto, sobre todas las cosas. De los recaudadores, y por ellos, sé que mis señores viven de maneras muy distintas. Nunca he ido a la guerra, la aldea es muy pequeña, si nos llevasen, en caso de no regresar – no lo quiera Dios -, no tendrían cosa alguna para llevarse. El resto, los ancianos, las mujeres, los niños, morirían pronto. Mi padre solía recordar con frecuencia que cuando era él muy pequeño los caballeros se habían llevado a muchos hombres de su aldea a la guerra, que solo unos pocos habían vuelto y que éstos, afortunados, abandonaron el lugar y se fueron a vivir bastante más al este. Es decir, a esta aldea donde vivo desde siempre. Recordaba también lo triste que había sido dejar aquel sitio. Las mujeres, a medida que se alejaban, daban vuelta sus cabezas y lloraban con tanto desconsuelo que incluso unos hombres, jóvenes, no pudieron evitar que la pena los inunde, derramándose por sus ojos. Yo, en cambio, jamás me he movido de aquí, mi mundo llega hasta el horizonte, con los ojos, y a algunas leguas, en cualquier dirección, con mis pies. Prefiero esto a ir a la guerra. Además me gusta este cielo. Cuando la noche es calurosa y sin nubes – o muy pocas - me acuesto fuera de la casa a mirar la luna y las estrellas. Siento a Dios en esas noches. Me quedo mucho tiempo sin hacer nada, sólo mirando. Luego cierro los ojos y trato de repetir la imagen en mi cabeza. Suelo quedarme dormido en el intento, me despiertan los primeros rayos de sol. Busco mis herramientas, despierto a mis hijos. El campo aguarda tranquilo nuestra llegada. Esos días son diferentes, la noche a la intemperie me deja una sensación muy placentera que me dura hasta bien entrada la jornada. Termino exhausto, como siempre, pero si el cielo no se tiñe de gris sé que esa noche volveré a disfrutar del silencio y la quietud. Las lluvias suelen durar algunos días. Si han sido generosas es inútil trabajar sobre el barro. Entonces tomo mis elementos de pesca y paso la tarde junto al arroyo. Casi siempre solo, a veces con algunos de mis hijos mayores. Si tenemos suerte comemos pescado por la cena. Todos reímos y saboreamos ese plato tan poco usual. Su misma rareza lo hace exquisito. Lo mastico despacio, lo paseo por toda mi boca, exploro lentamente su gusto, y lo trago. Cuando el parróco nos comenta fragmentos de la Biblia, señala muy seguido el milagro de la multiplicación de los panes y pescados que Cristo realizó. Es la parte que más me gusta escuchar. Lo sigo atentamente, con deleite. Los días de buena suerte en el arroyo yo me siento un poco Cristo.



sobre todo



Si yo fui cáustico, ella fue dulce; y si yo tomé partido de todas todas por los viejos, ella lo tomó, en la misma medida, por los jóvenes. Siguió una larga conversación, cada vez más emocionada y tierna, primero en aquel bar, después en el restaurante, luego en otro bar, luego en la habitacion del hotel; incluso nos olvidamos, por una noche, de hacer el amor. Era nuestra primera conversación de verdad, y además era, creo, la primera conversación de verdad que había tenido con quien fuera desde hacía años, por que la última se remontaba, probablemente, al principio de mi relación con Isabelle; quizá nunca había tenido conversaciones de verdad con nadie que no fuera una mujer amada, y en el fondo me parecía normal que el intercambio de ideas con alguién que no conoce tu cuerpo, que no esta en posición de hacerlo sufrir o de llenarlo de alegría, sea un ejercicio falso y a fin de cuentas imposible, porque somos cuerpos, somos sobre todo, principal y casi únicamente, cuerpos, y el estado de nuestros cuerpos es la verdadera explicación de la mayoría de nuestras concepciones intelectuales y morales.


(lo escribió houelllebecq en La posibilidad de una isla)
en simultáneo: coralcaraza

efecto wu ming 1

La prima strategia è produrre un dissolversi della Storia.
In un'opera di fiction, di fantasia, c'è sempre una rinuncia alla fedeltà storica, rinuncia necessaria per poter raccontare una storia che abbia un capo e una coda, e che abbia confini, contorni, perché se si dovesse rispettare in toto la veridicità storica il racconto sarebbe sterminato, infinito, perciò irriconoscibile in quanto racconto. Le fonti rimettono sempre in gioco qualcosa, trovi sempre nuovi elementi che sfuggono, che non avevi messo dentro.
Ponendo dei limiti al raccontabile, di fatto ci poniamo
fuori dalla pretesa della fedeltà storica. Ma se tutte le storie rinunciano alla fedeltà storica, allora quello che conta - e che va analizzato - non è se vi rinuncino, ma come lo facciano.



La primera estrategia es producir un disolverse de la Historia. En una obra de fiction, fantástica, existe siempre una renuncia a la fidelidad histórica; renuncia necesaria para poder contar una historia que tenga un principio y un fin, que tenga límites. Porque si hubiera que respetar in toto la veracidad histórica la narración sería interminable, infinita, y por ello irreconocible en tanto narración. Las fuentes agregan siempre algo nuevo al juego, siempre encuentras nuevos elementos huidizos, que no habías incluido.
Poniendo límites a lo narrable, nos ubicamos de hecho fuera de la pretensión de fidelidad histórica. Pero si todas las historias renuncian a la fidelidad histórica, entonces lo que importa -y que debe ser analizado- no es si renuncian o no, sino cómo lo hacen.



[la versión completa del texto, en italiano, acá]


bifo y el deseo

"Creo que debemos reflexionar nuevamente sobre la noción de deseo. La lectura de Deleuze y Guattari por parte del pensamiento del movimiento a menudo ha malinterpretado la noción de deseo como si éste fuese una subjetividad, una fuerza positiva. Admito que alguna ambigüedad sobre este punto se encuentra en los textos de ambos filósofos, y en mi trabajo de "vulgarización movimentista" (si me permiten la expresión) he a veces identificado el deseo como la fuerza positiva que se opone al dominio. Pero esta vulgarización no es correcta. El deseo no es una fuerza sino un campo. Es el campo en el cual se desarrolla una densísima lucha o, mejor dicho, un espeso entrecruzamiento de fuerzas diferentes, conflictivas. El deseo no es un valiente muchacho, no es el chico bueno de la historia. El deseo es el campo psíquico sobre el que se oponen continuamente flujos imaginarios, ideológicos, intereses económicos. Existe un deseo nazi, digo, para entendernos".


(Franco Berardi -Bifo- va a estar presentando su último libro, Generación post-alfa el 8/11/07 en Rosario.
En breve, más info).

Carcajada profunda y negra (última parte)


La tarde de aquel martes estaba programada la pegada de carteles para la presentación en público de 666, nuestra nueva novela. Habíamos entrado en la lista de ventas (por otra parte poco creíble) de un conocido diario, y decíamos bromeando:

- Ahora aparece la estrategia de la tensión. Harán de todo para que no podamos destronar a Sboriana Fallacci.

[Más o menos en el mismo momento, nuestro amigo Dando tomaba un café en un bar, abría “Il sole 24 ore”, leía el editorial de Biasi sobre el artículo 18 y estallaba: - Qué pedazo de mierda, hostias! A ver si se lo cargan uno de estos días... - Son cosas que se dicen por decir, además uno está frente a la tele y...]

Las ediciones especiales del telediario interrumpieron las películas de aquella tarde (“Camisa negra” y “El judío Süss”) cuando estábamos a punto de salir y de reincorporarnos al TPO. Debíamos enrollar los manifiestos, preparar la cola, dividirnos en dos grupos y salir. Mi coinquilino, De Joint, recibió una llamada telefónica: - Se han cargado al brazo derecho de Magoni, cerca de Piazza San Martino! Dos tipos en moto! Enciende la tele!

El locutor del telediario decía textualmente: - El centro de Bolonia esta completamente cerrado por los controles de las fuerzas del orden, los terroristas podrían encontrarse todavía en el perímetro de las carreteras de circunvalación.

Como si las carreteras fuesen una especie de recinto. Me parece una gilipollez ciclotrónica, así que salgo, cojo el coche y empiezo a conducir por la ciudad. No me encontré ni con la sombra de un madero. Ni un puto control. Nadie me paró. Parecía como si lo hubieran dicho a propósito para que la gente no saliera de casa. Pero la gente había salido ya de casa, porque hacía una tarde espléndida. Frente al pub de via Zamponi, enjambres berreaban completamente embrutecidos, bebían cerveza, hablaban de teléfonos móviles, rezaban al dios de los fracasados para que les consiguiera un polvo.

Me encontré con los otros y discutimos sobre lo que debía hacerse: pegar carteles era muy arriesgado, pensábamos (de forma totalmente injusta) que las fuerzas del orden estarían bajo presión y que en plena noche le habrían cogido gusto al gatillo. Ninguno de nosotros quería terminar en las estadísticas de muertos de la ley Reale. Era mejor posponerlo. Mientras tanto nos dirigimos a via Valdonica, lugar del asesinato. Mario Biasi, jurista laboral y teórico de los despidos indiscriminados, había sido asesinado mientras volvía a casa en bicicleta. Me viene a la mente que en inglés “to fire” significa ambas cosas: despedir y disparar.

Estaba todo el Bolonia Social Enclave[**], pacientes y psiquiatras. En el momento del atentado, en la ciudad se estaban desarrollando distintas asambleas e iniciativas culturales. Todos habían acudido allí, tal vez en la creencia de que aquello era una “vigilia laica” o una “guardia democrática”. Desde luego lo que no se esperaban era una “happy hour”. Los alcohólicos tenían un papel importante: el Fuetazo Café estaba a dos pasos de allí y no faltaban los relevos. Había novelistas (Carelli, Micosi, Cazzivari, Barbastelli), Djs, noctámbulos de narices purpúreas, jovencitas de diversas volumetrías, periodistas apáticos, histriones y matadores de sobremesa. Seguía acudiendo gente. Un borracho latinoamericano aullaba: -Muchedumbre, muchedumbre! A cuántos estamos hoy?

Era la noche del 19 al 20 de marzo de 2002. Nadie, pero na-die de entre los presentes se indignaba por las risas y los chistes. Signo de los tiempos, todos comprendían el desafío de la gente a la retórica oficial. En serio, ya no nos lo tragábamos, hacía tiempo que habíamos salido de los museos de cera y de los años de plomo. Tenían que inventarse algo peor si querían frenar el rechazo de las multitudes al régimen del meso-imperio.

Algo peor.

Me viene a la mente una cosa, bueno, varias. Aquel jaleo nocturno ocurría bajo la ventana de una familia que acababa de sufrir un acto de barbarie. Biasi tenía cincuenta y dos años y dos hijos, igual que mi padre. Toda una manada de políticos y de pobres diablos de las instituciones había atravesado la barrera de contención poco después del atentado, todos para demostrar “su dolor”. De golpe, mujer e hijos habían accedido a un clavario de luto, incertidumbre por el futuro, sudorosos apretones de manos, telegramas presidenciales, algunos días de acoso por parte de la prensa y luego el olvido. Oídos taponados por el cambio de presión. Sollozos. Pensé en un régimen criminal dispuesto a aceptar un número indefinido de sacrificios humanos con tal de sobrevivir. Me vinieron a la mente las escenas de matanzas de _Uno de los nuestros_ y _Casino_.

[Al día siguiente mi amigo Marmellone le gritaría a un micrófono, delante de diez mil personas:

- Estábamos en total desacuerdo con Marco Biasi, y queremos decir: lo han matado justo para impedirnos estar en desacuerdo con él!]

Miré las ventanas de la casa Biasi. En aquel momento, resulta extraño decirlo, mis pensamientos confluyeron en una especie de oración.

Mario Biasi, lo sentimos.

Lo sentimos por ti.

Lo sentimos por tu familia.

Lo sentimos por tus amigos.

Lo sentimos por la bella estación que apenas has tenido tiempo de barruntar, por los paseos que ya no podrás dar.

Lo sentimos por tu fe equivocada en la ideología liberal y en un régimen que ha hecho o -en el mejor de los casos- ha permitido que te mataran.

Lo sentimos por esa multitud de personas que quería combatir con la cara descubierta contra ti y lo que defendías.

Lo sentimos.

Pero nadie pude pretender que nos unamos a tu canonización.

Nadie puede pretender que nos importes _de verdad_, más allá de la campana que dobla: si dobla por todos, es como si no doblara por ninguno. Rechazamos el pensamiento único del luto impuesto desde arriba y queremos ser libres de decir que no todas las muertes nos empequeñecen.

Nadie puede pretender que los trabajadores lamenten de verdad la muerte de quien teorizaba y aconsejaba contra ellos.

Razón por la que, de acuerdo, te pedimos disculpas por el humor negro bajo tus ventanas y te pedimos excusas por las carcajadas.

Te pedimos excusas, pero seguimos adelante en nuestro camino.

Al amanecer, con una amiga, nos acercamos a un quiosco un poco alejado. Compramos los periódicos para dejarnos embriagar por un coro similar a la petición de los animadores de las ciudades turísticas: reflejos condicionados y psicología de masas. Guy de Bortoli, director del principal diario italiano, establecía conexiones consumadas -puentes de cuerda apolillados- entre el atentado y el movimiento. Aludía al hecho de que la conmemoración del veinticinco aniversario del movimiento del 77 se hubiera exagerado, despertando quién sabe qué “durmientes” de la lucha armada. Por otra parte, todos se disputaban el cadáver: Buselli definía a Biasi, oximóricamente, como “un socialista coherente”; el cardenal Beffa lo llamaba “un hijo de la Iglesia”; casi todos se referían a él como “un camarada”. Sólo faltaban los monárquicos y la Cienciología.

Pensé en "Queremos a los coroneles", con el inmortal Ugo Tognazzi.

Quién sabe porqué, pensé en el asesino patoso de "Mulholland Drive".

Pensé en el golpe teatral que nadie se creía.

En definitiva, pensé en otra cosa.


No (c), Wu Ming 1, 20-21 de marzo de 2002.

No (c), Traducción de Hugo Romero, abril 2002

carcajada profunda y negra (2º parte)



por Wu Ming 1

- Ah, claro, no lo había pensado...

Esto lo escuchó Gaetano mientras yo hacía tonteaba con unas tías. Estábamos todos en forma, un centenar de personas en el cruce entre via Valdonica y via dell’Inferno, de nueve de la noche a tres de la madrugada, como si se tratara de una happy hour hipertrófica. Era a principios de la primavera; de las colinas bajaba el olor de la madreselva, las feromonas provocaban una cierta excitación y a nadie le parecía extraño que intentara follar en semejantes circunstancias.

Gaetano había dicho: - Es increíble, cuando voy a tomar el aperitivo sólo veo caras largas en una atmósfera fúnebre, pero matan a alguien y se monta el acontecimiento social del año. Seguro que dentro de unos años diremos frases como: “Es un buenísimo amigo mío, lo conocí en el asesinato de Biasi”.

Si nos paramos a pensarlo, algunas de mis mejores salidas y de los aforismos más agudos de Sinnombre 5 nacieron en la escena del crimen de Biasi.

Estaba diciendo que la pista de las Brigadas Rojas no se la cree nadie, pero na-die.

A excepción del profesor Boncaga, el único dispuesto a dejarse entrevistar en cualquier medio de comunicación. [El escritor Lou Carelli, sabiamente, se había marchado, antes de que los periodistas lo acosaran, después de haber asomado brevemente la cabeza y de haber dicho unas pocas palabras]. De vez en cuando pasaba cerca de Boncaga, iluminado por los focos de la tele, y le oía pontificar:

- Es el trayecto histógico de las Bgigadas Gojas, golpeag a los negociadoges, a los mediadoges, paga exaspegag los confictos y getgoalimentag...

Sinnombre 5 había dicho: - Pero por qué Boncaga hace declaraciones en caliente? No para de decir gilipolleces.

No recuerdo quién nos respondió: - Por qué? Cambiaría algo si las hiciera en frío?

De cualquier modo, pensé, estas "nuevas" Brigadas Rojas se identificaban no por sus intenciones sino por sus resultados. Eran de cualquier modo y objetivamente un apéndice del régimen, lo quisiera éste o no.

Alguien dijo: - Las Brigadas Rojas o los carabineros, qué diferencia hay? Es probable que uno de cada dos miembros de las Brigadas sea un policía infiltrado.

- Por qué? el otro no?

Alguien describió un ambiente político-criminal osmótico, en el que las altas esferas ya no tenían ninguna necesidad de dar órdenes directas: una polifonía de alarmas y referencias por parte de los cenizos autorizados bastaban para “sugerir” los métodos y los objetivos. Un diario publicaba la carta abierta de un ex-presidente de la república, un presentador televisivo servía de caja de resonancia y por todas partes se empezaba a decir:

- Dentro de poco volverán los terroristas. Habéis entendido? Dentro de poco volverán los terroristas. Habéis entendido? - Alguno entendía y actuaba en consecuencia.

Recuerdo haber hablado mucho y haber dicho cosas más o menos inteligentes sobre la tensión entre la policía y los carabineros, sobre la información de los servicios secretos publicada en una conocida revista, sobre porqué actuar en Bolonia (usé la palabra “laboratorio”, pero no recuerdo a propósito de qué), sobre porqué en Italia la guerra civil no era “reptante” sino “trepadora”, etc.

Me acabo de acordar de algo, pero es mejor que lo diga luego.

continuará...

Carcajada profunda y negra (1ºparte)


por Wu Ming 1

No me río de la muerte.

Pero a veces tengo sed

Y pido un poco de vida,

A veces tengo sed y cada

Día hago preguntas y, como ocurre

Siempre, no obtengo otra respuesta

Sino una carcajada profunda

Y negra.

de _Elegía_ de Javier Heraud (1942-1963)

Con desgana, el reportero puso cara de circunstancias, se colocó frente a la cámara y dijo:

- Son las dos de la madrugada y aquí en Bolonia, en el lugar del brutal homicidio, todavía puede verse a mucha gente conmocionada y consternada.

Un momento antes, el cámara había pedido a los presentes que dejaran de reírse y de decir estupideces, para no cargarse el sonido ambiental: -Por favor, estamos trabajando... Nos basta con treinta segundos, por favor...

Esto ocurría casi tres horas después de la escena en la que los maderos se mesaban el pelo con las manos y se daban codazos; gestos de disgusto, miradas al otro lado de la barrera de contención:

- Joder, lo están haciendo de puta pena!

Maderos rigurosamente fuera de servicio, de paisano, estaban allí entre los curiosos y decían:

- Tíos, lástima que no nos hayan llamado a nosotros. Esos de ahí no tienen ni idea. Llevo veinte años en la Científica y os digo que esto no es una investigación: es una casa de putas. Llevan media hora de un lado a otro, pisoteándolo todo, tocándolo, cambiándolo de sitio, y todavía no han hecho las marcas de yeso.

"Esos de ahí" eran los carabineros. En aquel momento, salió una salva de comentarios y bromas:

- Dos de paisano lo matan, otros de uniforme ocultan las pruebas.

- Magoni, por exceso de celo, ha dado la noticia un minuto antes de que ocurriera.

- Maccanti de la Alianza Nacional ha ido a hablar con la policía.

- Diantre! Lo ha admitido ya?

- Lo ha reivindicado alguien?

- No lo sé, hay quien habla de los ultras del Inter...

Mi declaración a un periódico de izquierdas fue: - La cultura de este país está intoxicada por el revival y por su curso incontrolable. Empezamos con el easy listening de los sesenta, una cosa ha ido llevando a la otra, y ya estamos en la estrategia de la tensión. Seguramente una parte de la responsabilidad la tenga la “Noche Vidal” del Link. Y también es imposible no mencionar la eterna e invariable sesión del DJ Moreno Spirogi en el reservado del Millenium.

Nadie, pero na-die, se creía la resurrección fingida de una brigada roja teledirigida. No tres días antes de la mayor manifestación contra el gobierno de la historia de Italia y a dos semanas de la huelga general. Un copión ya recitado miles de veces. El efecto cómico más inmediato procede de la repetición, y en el aire había bastante hilaridad. La gente hacía corrillos, ponía cara de cinismo, cuchicheaba y explotaba en carcajadas. Al día siguiente los líderes políticos y las ovejas Dolly de los creadores de opinión nos harían ponernos de todos los colores. Sinnombre 5 tenía ya un eslogan para la probable “movilización contra el terrorismo”: TODOS UNIDOS CONTRA NADIE. Pero en el antiguo barrio judío de Bolonia, manipulando munición antiaérea de estupideces y juegos de palabras, constatábamos ya la separación total entre el país oficial y el país real.

En un determinado momento sinteticé el concepto:

- En este país la estrategia de la tensión puede servir para sembrar cizaña, obtener algún resultado a corto plazo, pero a medio y largo plazo no funciona, y por una razón muy simple: la mitad de los destinatarios del mensaje no nos lo tragamos, ya sabemos cómo funciona; la otra mitad tiene el cerebro lleno de mierda y no está en condiciones de captar las referencias. En resumen, compañeros, no hay peligro!

La última parte del discurso había sido inpirada por el siguiente retazo de conversación:

- En mi opinión han sido los inmigrantes ilegales.

- Pero qué coño dices, esos no tienen silenciadores!



continuará...