Al leer los escritos de Marcos o del EZLN, el humor resalta como una herramienta central en estas nuevas prácticas políticas. A una subjetividad (militante, o no) educada en la disciplina (escolar, fabril, militar) que un personaje político sea conocido como "Comandante Brus Li" no puede menos que desorientar. Frente a la estatalidad que suspende el humor, el zapatismo responde con ironías. Es decir, que en su estrategia de ser fiel a una lógica no simétrica en su relación con el enemigo, evita constituirse especularmente respecto al Estado. En cambio, utiliza un recurso que, al menos por ahora, la discursividad estatal no ha podido aprovechar. Pero por otra parte, no se trata de pensar que toda risa es revolucionaria o liberadora en sí. El humor de mercado, un humor nihilista, es un buen ejemplo de otro uso del humor y la risa. Un humor que por su voracidad termina impidiendo el pensamiento y la crítica, o siendo destructivamente cínico con ellos. Entre la solemnidad estatal y el chiste ilimitado, el zapatismo ha construido un lugar discursivo donde es posible hacer la revolución riendo.
(una nota que escribí sobre el zapatismo en 2008)