Solamente la condición de hincha en plena edad eufórica me llevó a desear su muerte por aquellas pelotas tan cruelmente maltratadas, o por aquella parada equivocada contra la Roma, luego de un pase a ras del piso que llegó prácticamente muerto a sus pies. En realidad, él estaba saboteando, imponiendo al imaginario de ochenta mil productores-consumidores el gesto del cuña de madera, el sabot, introducido por el obrero en el engranaje de la máquina; al mismo tiempo, anticipaba el virus informático de la sociedad de control y comunicación.
(continuará...)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario