- ¿Qué hacemos ahora?, preguntó la taxista. Enseguida agregó:
- Si entiendo... Y bueno, qué le vamos a hacer, te dejo eso y quedamos iguales.
Hubo otro instante de silencio.
- Te veo así, desnudo, encima llueve y la verdad es que me siento un poco culpable. Hacé una cosa: quedate con la camisa, por lo menos te cubrís la espalda. Y con los zapatos, quedáte con los zapatos también.
- Bueno muchas gracias.
- No hay por qué.
El tipo pensó que la intemperie sería terrrible pero no tanto como sin camisa ni zapatos.
- En todo caso, en esta tarjeta..., (la taxista tenía un brazo firmemente extendido en el hueco entre los asientos delanteros y movía la mano con una tarjetita blanca que el tipo agarró y se metió en el bolsillo de la camisa), esta el número de telefóno del servicio. Si querés recuperar lo demás llamás, nos encontramos, pagás en efectivo y te devuelvo todo, ¿te parece?
- Sí, sí. Seguramente en un par de dias te llame para arreglar.
- Quedamos asi, entonces. La llave, por favor, dejála puesta.
El hombre abrió la puerta y descendió. La mujer pasó directamente del asiento trasero al delantero. Bajó la ventanilla.
- Hasta luego, dijo el tipo. En ese momento, sus ojos se cruzaron sin mediaciones.
- Hasta luego.
El tipo dio media vuelta y comenzó a caminar. Sus zapatos se sumergían completamente en el barro. Escuchó el cambio de marcha y el motor acelerando. El auto lo sobrepasó. La taxista hizo sonar la bocina dos veces. El hombre levantó a medias un brazo. Mientras imaginaba por dónde caminaría acompañó con la mirada el alejarse del taxi. Lo vió doblar por Watt y, ya sobre asfalto, acelerar.
Pensó que podría fumar. Sacó el paquete de cigarrillos del bolsillo de la camisa. Era un cuerpo informe de cartón mojado.
FIN
2 comentarios:
http://www.fotolog.com/liniers_macanudo/35587906
otra vez, la magia de las palabras
)(
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