figuraciones. las memorias y sus condiciones (última parte)


(esta va sin imagen)


5. El fin de la posdictadura y los nuevos modos de construcción

Si el 20º aniversario es un diferencial considerable en relación a políticas y conflictos de la memoria, el 19 y 20 de diciembre lo es en relación a los efectos que los procesos desencadenados a partir de 1976 había producido: terror y neoliberalismo. En este sentido, parece posible pensar a diciembre de 2001 como un modo de elaboración de los recuerdos del Proceso de Reorganización Nacional.

En un primer momento, es de destacar la relación que, en esos días, la sociedad (aunque aquí me parece honestamente un abuso hablar en singular) mantuvo con el Estado. Una relación de impugnación absoluta. (Toda recomposición de la clase política posterior tendrá este dato como punto de partida). Dicha impugnación tuvo, como uno de sus momentos más evidentes, la "conquista de las calles" en varias ciudades del país, poco tiempo después de la declaración de sitio declarado por De La Rúa. Ese Estado de sitio resulta, a mi entender, altamente interesante desde el punto de vista que aquí nos convoca: la memoria y la subjetividad política. A mi entender, la relación que se establece entre el gesto declarativo (estado de sitio) y las lecturas prácticas que se hacen (ocupación de calles, plazas, esquinas y también saqueos) dan cuenta de un claro defasaje. La ocupación de las calles revela, retroactivamente, el anacronismo que caracteriza a ese estado de sitio. ¿Qué nos dice esta desobediencia social respecto al mandato estatal más extremo? Sostengo que la desobediencia de aquellos días es, de alguna manera, el fin subjetivo de la posdictadura. Entendida, aquí, como vivir bajo el miedo producido por la dictadura y las determinaciones existenciales que esto conlleva.

¿Qué volvió ineficaz la figura del estado de sitio? ¿Qué despotenció su capacidad de inmovilizar? Es decir, ¿qué volvió ridícula su capacidad de infundir miedo? En definitiva, ¿cómo fue procesado subjetivamente ese enunciado estatal? Pareciera que hay algo del miedo que ha caído, irreversiblemente8. ¿Un modo práctico de ello, más allá del desobediencia frente al estado de sitio? La estrategia de visibilidad de las asambleas barriales: a diferencia de una práctica política heredera de la militancia de los setenta, las asambleas encuentran en una suerte de hipervisibilidad un rasgo que las caracteriza.

Es claro que a partir de 2001 se produce una suerte de hipervisibilidad de las problemáticas relacionadas a los setenta.

Desde el punto del Estado, se construye una suerte de extraño linaje que vendría a conectar con los proyectos de la militancia de aquellos años. Si desde la reapertura democrática los enunciados estatales se basaban esencialmente en la teoría de los dos demonios (incluidos los indultos: vale notar que el indulto es el exacto inverso de la Teoría de los dos demonios: lo que la Teoría condenó, el indulto absolvió. En ese sentido, en el indulto se continua la forma bélica y de cúpula de pensar los setenta), dicho discurso queda descartado en los enunciados estatales actuales (la modificación del Prólogo al Nunca más es un buen ejemplo de ello). De todas maneras, la asunción de ese legado aparece generalmente como una identificación genérica, que refiere a una cuestión de ideales más que de prácticas políticas y que elude los debates relevantes.

Sin embargo, dichos debates, aun si minoritarios y lentos, han comenzado a surgir en distintos espacios. Sea de involucrados en las experiencias como de generaciones posteriores. Gran parte de lo que se mantuvo invisible o indiscutido durante años, comienza a visibilizarse problemáticamente: la reflexión sobre la lucha armada en una clave que no se limita a su condena moral ni a su reinvindicación absoluta (ambas posiciones solidarias en su ahistoricidad), sino que procura complejizar la relación entre política y violencia incorporando elementos éticos y filosóficos al debate, parece ser uno de los elementos más relevantes en las actuales discusiones que ponen en juego la construcción de nuevos dispositivos de visibilización/invisibilización; el lugar de las decisiones como apertura a los posibles -que sólo retrospectivamente aparecen como históricamente inevitables-; la deconstrucción de los elementos que configuraban los diversos proyecto de país -en tanto subjetividades políticas en acto; la complicidad directa de sectores sociales no militares en los años del Proceso; la complejización del debate en torno a las figuras del superviviente y el traidor; la interrogación por los modos mismos de relación de recuerdos y olvidos.

En ese terreno ya no poco explorado y rico en problemáticas -el de las subjetividades políticas, las relaciones entre cuerpos e ideas, los proyectos en juego, y no el de los discursos y las ideologías en sí mismas- considero que debemos persistir: una analítica de las prácticas que permita producir nuevas preguntas, estrategia vital -y vitalizante- para un pensamiento político.


(para no saturar, no incluí la bibliografía. si te interesa, escribíme)

1 comentario:

Anónimo dijo...

no satura, sutura.

alerta que caminan juntos por las calles.