un autorretrato (3/3)


Además de la fragmentación informatizada, existen otros rasgos novedosos11, esta vez relacionados a las capacidades productivas puestas en juego: a diferencia de otras formas de producción -la artesanal, la taylorista, la cadena de montaje fordista-, gran parte de los saberes necesarios se adquieren fuera del puesto de trabajo, y dicha formación exógena resulta una condición para acceder a ellos. Por otra parte, la inclusión constante de nuevos recursos tecnológicos obliga a una formación permanente: si con anterioridad, los saberes necesarios eran de tipo artesanales o técnicos, finitos y transmitidos en el espacio laboral concreto12, ahora involucran cada vez más conocimientos que exceden el orden de lo aplicable y la fórmula, que refieren cada vez más a la memoria, la reflexión y la creatividad, la comunicación, las innovaciones procesuales, el trabajo en grupo. Sin embargo, esta tendencia encierra también su revés: tareas absolutamente descualificadas proliferan compartiendo espacio con las anteriores. No se trata, entonces, de leer unilateralmente las nuevas condiciones del trabajo como si fueran el éter de la creatividad sin coerción, o el reino sin roces del puro lenguaje; es también el espacio de viejas nuevas formas de esclavitud, del control y la vigilancia, de la hiperexplotación y las retaylorizaciones, etc. Unas y otras, organizadas informacionalmente, dibujan el rostro, o mejor los rasgos más marcados, de nuestra contemporaneidad: "la sobrevivencia del trabajo en serie y las diferentes formas de taylorismo en los sectores más modernos de la economía, están pasando a depender más bien de métodos generales de sujeción social (…)”13. Unas y otras colonizan el tiempo hasta borrar las fronteras entre el ocio y la tarea, tal como hasta hace algunos años eran entendidos. Unas y otras confunden sus espacios: lo doméstico invade el ámbito laboral; lo laboral invade el ámbito doméstico14.

Más allá de lo especializado o no, existe un elemento que parece ser compartido por un universo amplio de las actividades que hoy llamamos trabajo, y que constituye su rasgo estratégico. Llamaremos posfordismo a la lectura que concibe a las formas de producción actual como la mercantilización de capacidades humanas que anteriormente no se hallaban subsumidas en su totalidad a la valorización capitalista: el habla, los afectos, la comunicación -en definitiva, el lenguaje verbal. La aparición de los mismos en la situación productiva suponía, por ello, una excepcionalidad. O bien era un elemento que precedía a la situación laboral. Tal como dice F. Guattari: "El trabajo aparentemente más serializado -por ejemplo, mover una palanca, vigilar un intermitente de seguridad-, siempre supone la formación previa de un capital semiótico multicompuesto (…)"15. Pero "el lenguaje incluido en el trabajo es una novedad absoluta, la novedad que marca nuestra época", dice Paolo Virno en la conversación que lo tiene como interlocutor incluida en el libro ¿Quién habla? Hoy, aquello que era excepcional, ha devenido la regla. Lo cual nos lleva a la siguiente formulación: si el fordismo supone una organización productiva de los cuerpos fundada en el silencio de los mismos, el posfordismo resulta ser una organización de aquellos en tanto que soportes del lenguaje verbal. En función de su utilidad económica, por un lado se crean espacios dentro de los cuales las capacidades creativas son fomentadas y articuladas a recursos cada vez más complejos (es el caso, por ejemplo, de las políticas laborales de la empresa Google), y por otro lado se diseñan disciplinas estrictísimas de la palabra (vale aquí recordar las experiencias de los Call Center). La creación necesariamente poco reglada de un sitio se paga y se cobra con el aplastamiento de toda creatividad en otros: invención poética o dictado, en eso consiste el mundo contemporáneo.

Solidario de este diagnóstico, desprendiéndose del mismo como un problema decantado, está el lugar del cuerpo en esta nueva organización del trabajo. Si bien es cierto que entre formas de organización existen continuidades y que las capacidades genéricas han sido siempre la variable a partir de la cual la creatividad emerge, también es cierto que desde el animae vocae griego -precisamente un puro cuerpo, exiliado de lo político, una palabra sin valor- en adelante, la fuerza física, adquirido un cierto saber, debía reproducirse necesariamente para estar en condiciones de repetir el acto productivo. Una memoria del cuerpo aparecía como el horizonte de la educación para el trabajo: de allí la repetición, la ortopedia, y la marcialización más o menos difusa. Visto desde esta perspectiva, el concepto “fuerza de trabajo” adquiere una dimensión nueva, insinuando tal vez algo de su genealogía. Hoy el cuerpo tiende a ser un soporte del lenguaje verbal. Los afectos y el lenguaje verbal, el cuerpo subjetivado, se convierten en una de las variables claves de la producción económica contemporánea. La materia prima para la elaboración económica: el paradigma de una nueva economía extractiva, tanto desde el punto de vista del trabajo como del consumo. El cuerpo, que como fuerza muscular se retira de los procesos productivos y creativos, emerge bajo la forma de un énfasis en lo deseante, detallada en sus pormenores por David Le Breton. A diferencia del paradigma foucaultiano centrado en la sujeción del cuerpo, "hoy las computadoras y las tecnologías son utilizadas para controlar, pero este control es, en la mayoría de los casos, de procesos y no de personas". A manera de cierre, quizá pueda dejarse planteada la hipótesis de que uno de los grandes acontecimientos de la época involucra una modificación sustancial del estatuto de la corporalidad.



Un autorretrato. (2/3)


Resultan numerosos los autores que ligan el pasaje de época a las modificaciones tecnológicas en la producción, circulación y procesamiento de la información.
Si bien es preciso, tal como dice Fredric Jameson, no perder de vista el riesgo que implica un abuso de la metáfora tecnológica a la hora de trazar los rasgos del rostro de nuestro presente -y en ese sentido subrayamos que no puede pensarse lo informacional como isla autónoma o determinación en última instancia, sino que es vital para el análisis no perder de vista la interrelación de elementos heterogéneos en los cambios históricos- también es importante, a los fines mismos de una comprensión histórica más fina, considerar lo informacional en su especificidad, esto es, en su capacidad de producir determinados efectos.
“No existe ninguna revolución tecnológica que no sea también más profundamente una mutación del capitalismo”, dice Deleuze. En cuanto al período que nos interesa, y según Manuel Castells, la "reestructuración del capitalismo (...) como respuesta a la crisis de los setenta ha sido realizada mediante el amplio uso del potencial ofrecido por las nuevas tecnologías: el microprocesador se inventó en 1971, las técnicas de recombinación genética se descubrieron en 1973, el ordenador personal se introdujo en 1975 (...)" . Fernando Mirés llama a dicho proceso "la revolución microelectrónica" . Dicha revolución, en términos de producción económica, permite la optimización de los sistemas de gestión al tiempo que nuevas formas de utilización y procesamiento de materiales. Pero lo que signa la novedad de la época es "el surgimiento del procesamiento de la información como la actividad central y fundamental para el condicionamiento de la efectividad y productividad de todos los procesos de producción, distribución, consumo y gestión"
Esa posibilidad tecnológica vinculada con procesos sociales y políticos de diverso origen, permitió que se operara una internacionalización acelerada de los procesos económicos orientados, en última instancia, al incremento de la rentabilidad.
Del mismo modo que la denominada revolución industrial no eliminó las actividades económicas que la precedían sino que las reintegró bajo un nuevo esquema sociotecnológico, la revolución informacional permitió subsumir progresivamente el conjunto de actividades a las lógicas de funcionamiento de las tecnologías de la información, produciendo así nuevas realidades al tiempo que instalaba nuevos paradigmas de pensamiento. En ese sentido, la experiencia de la información como flujos, las nuevas coordenadas espacio-temporales que permiten el intercambio en tiempo real, la compresión espacial y temporal y su consecuente efecto de desarraigo o desterritorialización aparecen como elementos característicos de nuestra época.
Sin dejar de lado el supuesto de que las innovaciones productivas deben ser pensadas en relación a transformaciones más amplias que involucran los modos de vida social en general, no pueden ser obviadas las determinantes reestructuraciones desplegadas en los ámbitos de la producción industrial, los servicios y los trabajos administrativos, la investigación científica, el comercio mundial, todas las cuales hacen posible y vuelven necesarios profundos movimientos de reconfiguración de las relaciones productivas, a la luz de su reorganización técnica, organizativa y localizacional.






Otro dato económico de altísima relevancia y marcada vinculación con las innovaciones informáticas y comunicacionales que resulta útil para analizar el período tiene que ver con el crecimiento y renovación de las formas de la especulación financiera: enormes activos financieros, cuyo nacimiento suele fecharse en la crisis de los petrodólares hacia 1973, comienzan a encontrar posibilidades de valorización en mercados y bolsas de valores que antes estaban vedados o fuertemente reglados. Las inversiones toman múltiples direcciones geográficas y económicas: desde países altamente desarrollados hacia países económicamente pobres (p.e. desde EE.UU. a China), desde países desarrollados a otros en condiciones similares (p.e. desde Japón a EE.UU.); préstamos a los Estados, inversiones industriales y especulación en los mercados de acciones son los modos predominantes de circulación del capital. Los organismos financieros internacionales de crédito adquieren un poder inédito sobre las políticas económicas de escala nacional. La dependencia financiera se generaliza. New York, London y Tokyo redefinen la estructura institucional de sus mercados financieros -proceso conocido como desregulación- de manera tal que el juego involucre a nuevos actores: fondos de inversión, fondos de pensiones, bancos de inversión, grandes empresas, entre otros. A causa de dicho proceso desregulatorio, se organizan numerosos servicios que configuran, paralelamente, un nuevo tipo de fuerza de trabajo. El capital financiero global adquiere una fuerza y unos modos de funcionamiento inéditos que se vale fuertemente de las novedades tecnológicas para imprimirle a los movimientos y decisiones económicas una velocidad inaudita. Por su parte, la capacidad bancaria se abstrae sensiblemente de los procesos productivos y de los territorios, lo cual vuelve a los capitales más atentos a las posibilidades de valorización inmediata y sus consecuentes migraciones repentinas. Los avances en el desarrollo de las tecnologías de la información hacen posible la aceleración e intensificación de dichos movimientos a escala planetaria: sin ellos hubiera sido imposible, quizá hasta impensable. Es así que, progresivamente, se puede hablar de capital situado en territorios nacionales, pero ya no de capitales nacionales.

Bajo estas condiciones tecnológicas y posibilidades de inversión, un inmenso proceso productivo es articulado a escala planetaria, con una fragmentación intensa de las tareas que en encuentran su momento de integración en una instancia informática. Se podría hablar ya no de una división internacional del trabajo sino de una cadena de montaje global virtual. La cadena de montaje global virtual posee ciertos rasgos característicos: se compone, por decirlo en palabras de Manuel Castells, de redes de empresas-red, es altamente volátil, su materialidad es la información y depende fuertemente del capital financiero. Por su parte, la organización del trabajo suele respetar un patrón que ubica las decisiones en materia de inversiones y de diseño de productos en ámbitos metropolitanos, mientras que el ensamblaje y la producción estrictamente material queda localizada en países no occidentales. Sin embargo este patrón no es una ley de hierro y es posible encontrar casos y experiencias que lo contradigan. En materia de relaciones laborales, éstas abarcan desde la esclavitud (los talleres textiles, por ejemplo, presentes no sólo en Buenos Aires sino también en New York, dando la pauta de una introyección del binomio Norte-Sur al interior del propio Norte) a las gerencias y miembros de los departamentos de I+D con sueldos millonarios.
Esta cadena de montaje global virtual no configura ya una división compuesta de relaciones entre territorios cuyos productos a intercambiar son elaborados, al menos tendencialmente, en su totalidad en el territorio en cuestión, y que dejan atrás las fronteras una vez acabados, sino una producción globalizada (o hecha posible por condiciones globales). Es decir un proceso que no involucra grandes territorios articulados alrededor de ciertos ciclos productivos , sino más bien espacios concretos, hiperdelimitados, en los cuales se lleva a cabo una función. Dicha función se halla interconectada esencialmente con todas las otras funciones que articulan un determinado proceso productivo. Y, en palabras de M. Castells, “la reintegración de lo descentralizado se opera vía informática”. Aquello que hasta hace tiempo era llamado mundo, se convierte en una gigantesca unidad de producciones interdependientes: "la economía internacional crea una geometría (…) que niega el sentido productivo específico de cualquier lugar fuera de su posición en una red cuya forma cambia constantemente en respuesta a los mensajes de señales invisibles y código desconocidos" . Ya no se trataría de lugares en el sentido antiguo del término, sino de posiciones.

Un autoretrato. (1/3)

Algunos rasgos nuestra contemporaneidad.

Hacia mediados de la década de los sesenta, un fantasma recorre no sólo Europa sino el Occidente industrializado. A diferencia del fantasma decimonónico, este no arrastra harapos ni se forma de multitudes famélicas que orillan endémicamente la supervivencia. Este nuevo fantasma tiene un rostro por lo general joven y bien alimentado. Con mucha frecuencia, su cuerpo se compone de obreros industriales y diferentes actores procedentes de medios universitarios. Es una revuelta en plena sociedad opulenta: no la moviliza, no inmediatamente, el hambre y la miseria. En cambio, sus protagonistas sostienen que es necesario redefinir los valores y las prácticas que nutren la vida social cotidiana: atacan la rigidez burocrática, los empleos fijos, la verticalidad y moral de las relaciones familiares y de género, las avanzadas bélicas de los Estados de los cuales son ciudadanos, las instituciones del arte, las dinámicas de producción y circulación de conocimientos y los espacios, recursos y modos de la creación. Aparecen nuevos problemas que requieren nuevas preguntas y nuevas respuestas.

El mundo en que vivimos actualmente debe mucho a aquellos procesos sociales desatados -o intensificados- desde mediados de la década de los ‘60, cuyas consecuencias como dijera Mao Ze Dong respecto a la Revolución Francesa, parece quizá prematuro todavía evaluar con precisión. Formas de pensar, de producir y de vivir se condensaron en flujos sociales que modificaron irreversiblemente la existencia en sociedad.

En esa complejísima ola de acontecimientos a escala planetaria, también nuevas prácticas orientadas a la economía capitalista comenzaron a tomar forma. El fantasma, nuevamente a diferencia del decimonónico, no era esencialmente comunista. Más aún, puede plantearse -y se ha hecho- que durante período "sesentayocho" de seguro había varios fantasmas recorriendo los territorios. De allí que sea posible hablar de los años sesentas y setentas no sólo como situaciones históricas prolíficas en relación al diseño de prácticas anticapitalistas sino también como inmensos procesos de cambio que involucraban elementos orientados a la reformulación del capitalismo en una clave diferente a la establecida a la salida de la segunda posguerra.

A los fines de calibrar la relación entre crítica y capitalismo puede ser útil recordar lo escrito por Luc Boltansky y Ève Chiapello:

“Cuando el capitalismo se ve obligado a responder a los puntos destacados por la critica para tratar de apaciguarla y para conservar la adhesión de sus tropas –que corren el peligro de prestar atención a las denuncias de la crítica, procede en esa misma operación a incorporar en su seno una parte de los valores en nombre de los cuales era criticado. El efecto dinámico de la crítica sobre el espíritu del capitalismo pasa por el reforzamiento de las justificaciones y de los dispositivos asociados que, sin poner en cuestión el principio mismo de acumulación ni la exigencia de obtener beneficios, dan satisfacción parcial a la crítica e integran constricciones en el capitalismo que se corresponden con los puntos que preocupaban a la mayor parte de sus detractores. El coste que la crítica ha de pagar por ser escuchada, al menos parcialmente, es ver cómo una parte de los valores que había movilizado para oponerse a la forma adoptada por el proceso de acumulación es puesta al servicio de esta misma acumulación mediante el proceso de aculturación (…)[1].

Sin embargo, en el importante trabajo de estos pensadores franceses, la relación entre crítica y statuo quo aparece como excesivamente antagónica: la crítica habría sido esencialmente anticapitalista y el statuto quo exclusivamente capitalista; la solución o resultante, pues, habría sido una suerte de procesamiento capitalista de la crítica no capitalista. Sin embargo, es posible decir que durante la década de los '60 y, más intensamente, durante los '70 los procesos de crítica implicaban a diversos protagonistas y actores que sostenían, consecuentemente, posiciones divergentes. Por ello, vale quizá adoptar la idea de Deleuze, que resulta una proposición lo suficientemente genérica del Mayo francés como para habilitar la convivencia de líneas y tendencias diversas:

"There were many agitations, gesticulations, slogans, idiocies, illusions in 68, but this is not what counts. What counts amounted to a visionary phenomenon, as if a society suddenly perceived what was intolerable in itself and also saw the possibility of change. It is a collective phenomenon in the form of: "Give me the possible, or else I'll suffocate." The possible does not pre-exist, it is created by the event. It is a matter of life. The event creates a new existence, it produces a new subjectivity (new relations with the body, with time, sexuality, the immediate surroundings, with culture, work)"[2].

En este amplio marco de reconfiguración social, hacia mediados de la década de 1970, comienzan a darse un conjunto de procesos de transformaciones organizativas y tecnológicas en las economías industriales más importantes del planeta que modificarán profundamente los modos de producción y, más ampliamente, de vida sostenidos desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

En relación a los aspectos organizativos de la producción desde la perspectiva del capital es importante recalcar la innovaciones introducidas en el pensamiento económico y más específicamente el perfil del management actual, es decir, aquel que se viene desarrollando desde principios de los años ‘80.El mismo produce un tipo de figura empresarial diferente a las dos anteriores: la decimonónica, que combinaba innovación y moral tradicional y la fordista, apoyada en una fascinación por la organización y el gigantismo[3]. Ambas figuras partían de la existencia de un enemigo interno: los trabajadores.

Aquél modo dualista de pensar la fábrica, sostenido en las condiciones del pleno empleo, el verticalismo empresarial y la fuerte politización de los trabajadores, ha ido dando paso a un pensamiento empresarial que tiende a pensar en clave de “fábrica integrada”[4]: sin lugar a dudas, la progresiva precarización del empleo resulta ser un importantísimo factor a la hora de disciplinar a los trabajadores. Sin embargo, esta idea de fábrica integrada responde también a nuevas condiciones y requerimientos, que veremos más adelante, hacia el trabajo por parte del capital. Así mismo, esta estrategia empresarial monísta se relaciona esencialmente con la experiencia anterior de la fábrica conflictiva, con el tipo de luchas, enfrentamientos y formas de negociación entre los trabajadores y los empresarios.

De alguna manera, pueden pensarse estas nuevas estrategias como un balance empresarial activo de aquel ciclo de luchas. Y resulta vital tener siempre presente estas condiciones a la hora de pensar las profundas transformaciones tecnológicas en la producción económica a escala global.

Es posible decir que es a partir de aquél balance que, en búsqueda de márgenes de ganancias superiores a los que otorgaba el modelo keynesiano y huyendo de la conflictividad social y del peso de los sindicatos y las políticas distribucionistas, numerosas empresas, buscando plazas de producción a bajo costo a través del mejoramiento de los sistemas de transporte y comunicación y de la automatización e informatización de partes importantes del proceso productivo comienzan -primero lentamente y a principios de los '80 con mayor velocidad- un proceso de reestructuración profunda, que modifica las maneras de organizar el trabajo, los modos de localización de la producción, las relaciones de la empresa con su entorno -inmediato o virtual- y las configuraciones urbanas. Dicho proceso se dinamiza a través de tres vectores profundamente vinculados entre sí:

-el uso de nuevas tecnologías de la información sea en la producción, como en el transporte y financiación de las actividades económicas.

-la descentralización de la producción respecto a los territorios de las economías altamente industrializadas.

-la apuesta por la innovación y el conocimiento como fuerzas productivas fundamentales[5].



La propuesta de este escrito es desarrollar escuetamente algunas de las características que asume cada una de estas expresiones históricas de las transformaciones en curso.


[1]Bolstansky, L y Chiapello, E. El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, Madrid, 2002.

[2] "Hubo muchas agitaciones, gesticulaciones, slogans, estupideces, ilusiones en el 68, pero no es lo que cuenta. Lo que cuenta equivale a un fenómeno visionario, como si la sociedad súbitamente hubiera percibido lo que había de intolerable en ella misma y también la posibilidad de cambio. Es un fenómeno colectivo bajo la forma del "Dadme lo posible, de otro modo me sofoco". Lo posible no pre-existe, es creado por el acontecimiento. Es una cuestión de vida. El acontecimiento crea una nueva existencia, produce una nueva subjetividad (nuevas relaciones con el cuerpo, con el tiempo, con la sexualidad, con el entorno inmediato, con la cultura y el trabajo)". [La traducción es mía]. Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, May 68 did not take place en http://www.illogicaloperation.com/textz/deleuze_gilles_guattari_felix_may_68.htm (última consulta: 25/08/08).

En este sentido, también la narrativa de Michel Houellebecq puede pensarse como una cartografía ambivalente de los años sesenta franceses, en los cuales es posible visualizar sea elementos anticapitalistas como innovadores al interior del capitalismo. Otra lectura en este sentido, aunque desde un sesgo radicalmente diverso, la constituye aquella de Castoriadis.

[3] Boltansky y Chiapello, op.cit. Las figuras empresariales presentaban aspectos casi con exclusividad de tipo imperativos; además, al suponer el conflicto, al orientar su accionar teniéndolo como operador objetivo, procuraban codificarlo. Los trabajadores, por su parte, construían fuertes identidades en torno a los oficios, a los saberes o a las vinculaciones políticas. Ser obrero significaba, simultáneamente, poseer un saber, pertenecer a una rama industrial o inscribirse en una tradición u organización política. El mundo obrero tenía una cierta consistencia propia, al tiempo que se redefinía constantemente en función de sus devenires políticos y culturales.

[4]Para la idea de “fábrica dualista” y “fábrica integrada” véase Revelli, M. 8 tesis sobre posfordismo en Revista Contrapoder nº 5, Buenos Aires, 2002.

[5] Respecto a la dicho anteriormente en relación a la ambivalencia de las críticas originadas en el sesenta y ocho, es interesante considerar las revueltas estudiantiles de aquel período no como revueltas marginales a la centralidad de la clase obrera industrial -tal como casi siempre se ha sostenido- , si no como primeros síntomas de la redefinición de problema del conocimiento en la producción. Desde diferentes lugares, y en momentos distintos, Habermas, Franco Berardi y Maurizio Lazzarato han señalado esta cuestión.


La sexualidad y los niños


la sexualidad y los niños. ensayando intervenciones.
presentación del libro de Elina Aguirre, Miguel Burkart Nöe, Adriana Fernández, Adrián Gaspari, Carolina Haftel*

comentaristas: Ps. Jaime Fernández y Ps. Mónica Castaño.


viernes 05 de septiembre, 19.00 hs.
aula 01 s
ede anexo facultad de psicología unr
(ituzaingo y corrientes)

organiza:


universidad experimental
* Los autores conforman un equipo de trabajo dedicado a pensar problemáticas de la subjetividad contemporánea. Interpelados por las prácticas de sus respectivos ámbitos laborales, así como por las modalidades sociales y culturales propias de este tiempo, intentan elaborar una "clínica de las situaciones", poniendo el acento en la observación de lo nuevo, lo disruptivo, lo particular de cada una de las circunstancias que los impulsan a una intervención de pensamiento. Formados fundamentalmente en el ámbito de la psicología, además de este proyecto colectivo cada uno de los autores desarrolla distintas actividades ligadas a la psicología clínica, a la investigación, docencia y capacitación sobre problemáticas relacionadas a las alteraciones actuales en la niñez, la adolescencia, la familia y la escuela; a la coordinación de talleres para niños y adolescentes en ámbitos culturales alternativos; y al trabajo interdisciplinario en equipos de salud mental.

>>> sobre "la sexualidad y los niños. ensayando intervenciones"

Cinco situaciones reales construyen el eje de trabajo; cuatro de ellas en jardines de infantes, otra en una escuela primaria. Algunas en la ciudad de Buenos Aires, otras en distintas provincias del país. Todas involucran a los niños, también a sus padres, a sus maestros, a los directivos de jardines y escuelas, a psicólogos y psicopedagogos. ¿Qué tienen en común estas situaciones? En todas ellas la sexualidad de los niños emerge con fuerza. Muchas veces descoloca, desdibuja las fronteras entre lo adulto y lo infantil. Maestros preocupados y excedidos en sus posibilidades de intervención, padres perplejos, equipos de trabajo con dificultades para componer un colectivo, para alojar lo nuevo, lo disruptivo. La sexualidad de los niños actuales no siempre se somete a los códigos con los que solemos/solíamos pensar la infancia. Mucho de eso se proponen desarmar y repensar los autores de este libro. ¿Cómo enfrentar la incertidumbre del tiempo actual?, ¿de qué forma trabajar la sexualidad con los chicos o cómo acompañarlos?, ¿cómo construir un pensamiento sobre esta infancia y su sexualidad? ¿Cómo operan los "saberes" sobre la infancia a la hora de acompañar las nuevas subjetividades infantiles? ¿Qué implicancias tiene la tecnología en la experiencia de juego de los niños?
Pensar, afirman los autores, no es necesariamente dar respuesta. Dar respuesta significa enfrentar la situación como "un tema" a explicar. Pensar es preguntarse con otros por la situación. Y en ese punto, la operación de pensamiento alivia. Alivia porque tiene la propiedad de establecer vínculo: si estoy con otros, es más fácil resolver un problema. Entonces, pensar no es tanto ver qué sabemos sobre sexualidad infantil, sino percibir qué efectos tiene una situación particular para los que la viven y qué operaciones de cuidado es posible realizar en esa situación.


En otro momento, el solo hecho de ser un profesional bastaba para sentir que uno contaba con las herramientas necesarias para pensar los problemas ligados con su disciplina, o la condición de adulto constituía una especie de garantía en la posibilidad de contener y educar a un niño. Hoy advertimos que en muchas oportunidades los problemas exceden los recursos que nos brindan el seguro lugar del profesional... y el del adulto. Desde el reconocimiento de esa inconsistencia este libro pone a pensar problemas complejos, comparte situaciones y ensaya intervenciones.