un recuerdo de infancia










Recuerdo vagamente el día 3 de diciembre de 1990
en que Seineldín se alzó en una nueva movida carapintada. Volvía de la escuela, era un día soleado. La imagen más recurrente es la de Avenida Libertador, creo, tomada desde una terraza: la calle casi desierta, sólo algunas personas corriendo o agachadas, protegiéndose de balas de las que no guardo memoria de sus sonidos. De hecho, la imagen es mayormente muda: aunque podría forzar el recuerdo y traer la voz de algún periodista que seguramente comentaba la cuestión, la cosa sucede como en un cine mudo de alta fidelidad. Cine, sí, porque toda la escena, para mí, de once años, no dejaba de tener el tono aventurero de alguna película cualquiera -o de la combinatoria confusa y mixturada de todas ellas- de cine de acción norteamericano. Gente al piso, militares moviéndose, tensión, suspenso y un halo de malos contra buenos flotando por todas partes.

“Otra vez”, creo recordar haber pensado. Porque la Semana santa del '87 no había pasado desapercibida para mí. Sentado junto a mi padre delante del tele, máquina privilegiada de mi acceso al mundo por esos días, recuerdo, sí, a Alfonsín y a un montón de tipos a su lado durante el famoso discurso que incluyó la frase: “Vayan a casa y besen a sus hijos”.

Tampoco me había sido indiferente el copamiento de Tablada en el '89, que seguí durante todo el día por los canales de aire en una época en que la clase media no tenía aceitada la práctica del cable. Allí también hubo militares y periodistas, Alfonsín y un montón de tipos más. Pero aparecían dos figuras de difícil clasificación: la gente y una cosa llamada MTP.

Tampoco los saqueos en Rosario en mayo del '89: primera vez que oí la expresión “Estado de sitio” y no podía dejar de pensar en calles oscuras patrulladas por tanques sedientos de disparar. Y una sensación de intemperie absoluta.

El 3 de diciembre de 1990 era, así, “otra vez” de algo de muy difícil explicación, en tanto yo estaba imposibilitado de trazar alguna genealogía, alguna procesualidad que le diera a esos movimientos cierto tipo de fundamento. Los hechos se sucedían como en un vacío, el vacío que para mí era la historia.

Pero lo que todos esos acontecimientos no dejaban de compartir entre sí era el hecho de darle a mi existencia inmediata una sensación de irrealidad. La televisión transmitiendo, el flujo de noticias radiales y los comentarios varios, eran los elementos de que se construía dicho extrañamiento. Yo percibía esos sucesos en su materialidad intangible, lejana. Era una experiencia indecible, pero cierta, de simultaneidad. Una simultaneidad hecha de dos polos de valor diverso: aquí, es decir, yo, la calma, el silencio, y, sobre todo, la dependencia respecto del otro polo; allá, en ese punto de difícil localización (¿cómo carajo saber dónde quedaba esos extraños lugares llamado Campo de Mayo o Villa Martelli?), cosas relevantes sucediendo, prescindiendo de mí. En esa asimetría fáctica, tenía la evidente sensación de irrealizarme: mi vida sus-pendida.

Sospecho que esa experiencia de saberse condicionado por algo que sucede en otro lugar, aún no sabiendo qué condiciona, constituye uno los rasgos fundamentales de cualquier experiencia humana del tiempo.



5 comentarios:

Anónimo dijo...

la experiencia del "diferido"?...

Anónimo dijo...

el país que conocimos en la tele.
el protagonismo de los espectadores.
esa noche de "estado de sitio" salí, ingenuamente, a buscar un sitio para bailar y terminé en una comisaría. las hormonas se mezclaron con ese pedazo de realidad.
recuerdo el miedo de mi tío que no paraba de contar sucesos de los 70.

ezequiel gatto dijo...

¿no les resulta dificultoso -tan fuerte es la experiencia de lo televisivo- ponerle color a los recuerdos basados en imagenes mediáticas en blanco y negro?

Anónimo dijo...

hace unos dias caminando encontre un cartel que decia "tv color" y claro, imposible pensar en el tv blanco y negro.

igualmente la imagen que más me cuesta pensar en color es la fotografía-b y n, sepia- , como si la vida en el pasado hubiese sido acromática....

PameLAlunatika dijo...

Tres sensaciones, unos recuerdos, algunas citas...
“¿Por qué esta sed de ubicuidad, por qué esta lucha contra el tiempo?" J.C

Del Tiempo atravesando nuestra minúscula existencia física, jugando en idas y vueltas de sentido entre la infancia y la ¿madurez?, un sabor nostálgico de mi ingenuidad frente al 87 con apenas 4 añitos, en el 90 con 7, recordando un escrito de Cortázar, “Hay cosas que vuelven a ráfagas, que alcanzan a reproducir durante un segundo las vivencias profundas, acríticas del niño: sentirme a cuatro patas bajo las plantaciones de tomate o de maíz del jardín de Banfield, rey de mi reino, mirando los insectos sin intermediarios entomológicos, oliendo como me es imposible oler hoy la tierra mojada, las hojas, las flores. Si de esa revivencia paso a las lecturas, veo sobre todo las páginas de El Tesoro de la Juventud ....”; pero también ese acontecimiento político que oscila y varia en significaciones que encadena y cala en mi, un
Tiempo, en tanto continuum, con linealidades, pequeños avances, acumulación de contradicciones, saltos cualitativos y un para qué en la búsqueda de la historicidad del hombre, búsqueda en el trascender, ir mas allá de una serie encadena de hechos o panfletos de perfecta estilística académica que fácilmente podemos aprender, búsqueda de producción, creación y transformación..... “Una vieja tendencia a la que se supondrá por lo menos de valor instintivo, nos inclina a pedir a la historia que guíe nuestra acción; por lo tanto, a indignarnos contra ella(..) si por casualidad parece manifestar su impotencia para hacerlo así” M.B
Y Tiempo no aprehensible, flash, noticia veneno, serie ininterrumpida de datos; es claro, las tragedias, hoy, conmueven al mundo en proporción directa a la publicidad que tienen, ausencia de una exégesis de paneles y noticias, da lo mismo.; “...La información, empero, reivindica una pronta verificabilidad. Eso es lo primero que constituye su “inteligibilidad de suyo”. A menudo nos es más exacta que las noticias de siglos anteriores. Pero, mientras que éstas recurrían de buen grado a los prodigios, es imprescindible que la información suene plausible. Por ello es irreconciliable con la narración(...) Cada mañana nos instruye sobre las novedades del orbe. A pesar de ello somos pobres en historias memorables. Esto se debe a que ya no nos alcanza acontecimiento alguno que no este cargado de explicaciones(...) Es que la mitad del arte de narrar radica precisamente en referir una historia libre de explicaciones...”WB
Y que delirios surgen cuando uno piensa en el tiempo, lineal, circular, transversal, absoluto, relativo....pero esa es otra discusión...
P