Si yo fui cáustico, ella fue dulce; y si yo tomé partido de todas todas por los viejos, ella lo tomó, en la misma medida, por los jóvenes. Siguió una larga conversación, cada vez más emocionada y tierna, primero en aquel bar, después en el restaurante, luego en otro bar, luego en la habitacion del hotel; incluso nos olvidamos, por una noche, de hacer el amor. Era nuestra primera conversación de verdad, y además era, creo, la primera conversación de verdad que había tenido con quien fuera desde hacía años, por que la última se remontaba, probablemente, al principio de mi relación con Isabelle; quizá nunca había tenido conversaciones de verdad con nadie que no fuera una mujer amada, y en el fondo me parecía normal que el intercambio de ideas con alguién que no conoce tu cuerpo, que no esta en posición de hacerlo sufrir o de llenarlo de alegría, sea un ejercicio falso y a fin de cuentas imposible, porque somos cuerpos, somos sobre todo, principal y casi únicamente, cuerpos, y el estado de nuestros cuerpos es la verdadera explicación de la mayoría de nuestras concepciones intelectuales y morales.
(lo escribió houelllebecq en La posibilidad de una isla)
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