"Siempre hay otro aliento en el mío, otro pensamiento en el mío, otra posesión en lo que poseo, mil cosas y mil seres en mis complicaciones; todo pensamiento verdadero es una agresión. Que todo sea tan "complicado", que Yo sea otro, que algo diferente piense en nosotros en una agresión que es la del pensamiento, en una multiplicación que es la del cuerpo, en una violencia que es la del lenguaje, en ello reside el mensaje jubiloso. No estamos tan seguros de revivir (sin resurrección) sino porque otros seres y otras cosas piensan en nosotros: porque "no sabemos nunca exactamente si no son los otros los que continúan pensando en nosotros -pero ¿qué es el otro que forma el afuera respecto de ese dentro que creemos ser?-, todo se reduce a un solo discurso, o sea, a fluctuaciones de intensidad que responden al pensamiento de cada uno y de nadie".
Gilles Deleuze en Lógica del sentido
4 comentarios:
y ni te cuento como se marea la manada de lobos cuando a lo lejos pierde el rasto....
creo que lo sabés tmb.
che y esto qué le hace al concepto de superficie de contacto?
la ley de las series simultaneas es que nunca son iguales. saludos
« Lo que es insoportable, finalmente, teniendo en cuenta que cada uno pretende meter algo de 'si-mismo' en su propio discurso cuando se pone a hablar, es cortar, analizar, combinar, recomponer todos esos textos ahora vueltos al silencio, sin que nunca se dibuje el rostro transfigurado del autor: y que! tantas palabras amontonadas, tantas marcas dispuestas sobre tanto papel, ofrecidas a innombrables miradas, un entusiasmo tan grande para mantenerlas mas alla del gesto que las articula, una piedad tan profunda dedicada a conservarlas e inscribirlas en la memoria de los hombres, todo para que no quede nada de esa pobre mano que las ha trazado, de esa inquietud que buscaba calmarse en ellas, de esa vida acabada que no tiene mas que ellas para sobrevivir?
(...)
Entiendo bien su malestar. Les cuesta reconocer que su historia, su economia, sus practicas sociales, la lengua que hablan, la mitologia de sus ancestros, las fabulas mismas que les cuentan en su infancia, obedecen a reglas que no son dadas a su conciencia; no desean que se los desposeda de ese discurso donde quieren poder decir inmediatamente, sin distancia, lo que piensan, creen o imaginan; preferirian negar que el discurso sea una practica compleja y diferenciada -que obedece a reglas y a transformaciones analizables- a ser privados de esa tierna certeza, tan consolante, de poder cambiar, sino el mundo, sino la vida, al menos su “sentido” con la sola frescura de una palabra que no provendria solo de ellos mismos y que permaneceria lo mas cerca posible de la fuente, indefinidamente. Tantas cosas, en su lenguage, se les han escapado: no quieren que se les escape, ademas, lo que dicen, ese pequeño fragmento de discurso -palabra o escritura, poco importa, cuya fragil e incierta existencia debe llevar su vida mas lejos y por mas tiempo. No pueden soportar -y un poco los comprendemos- escucharse decir: el discurso no es la vida; su tiempo no es el de ustedes; en él no se reconciliaran con la muerte. Es posible que hayan matado a Dios bajo el peso de todo lo que dijeron; pero no piensen que construiran, con todo lo que dicen, un hombre que dure mas que él. En cada frase que pronuncian -y precisamente en esta que estan escribiendo en este momento, ustedes, que se ensañan en responder luego de tantas paginas a una pregunta por la cual se sintieron personalmente concernidos, y que firmaran este texto con su nombre-, en cada frase reina la ley sin nombre, la blanca indiferencia: “Que importa quien habla; alguien dijo: que importa quien habla”. »
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